domingo, junio 27, 2010

Poemas de Daniela Camacho Jiménez


MORIR DE PARAÍSO

III


Lavarás tu cuerpo poseída por la sombra. Al primer golpe de agua, la piel arrancará de tajo un nombre a la memoria. Querrás decir Leteo, canción del tenebroso, diamela, pero estarás muda de espanto. En la espera del que tañe mirlos en el aire, te descubrirás distinta a las demás hijas de Eva y hablarás por los desnudos.

Soy la que flota en el río, la despojada. Polvo de la madre extraída a su niña en trance.

La desnuda
dicen ellos
la bestia descarriada.

¿A qué tanto ropaje si en la piel se me calcina un nombre?
¿Para qué vestir de nube, aturquesada, si de arder me estoy muriendo?

Busco acordes en la niebla que apacigüen mi silencio. Me abandono en el lenguaje de las barcas. Del ciprés soñado por amantes solos nace una canción de cuna para las muchachas tristes.

En las ramas del almendro, madura el corazón del oboísta.



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LUZ DE AZUL ENSUEÑO

I

Un bramar de clavicordios ensordece el valle de los muertos. Yo lo escucho con mi sed de noche en un vaso sin estrellas.

II

Estoy azuleciendo de sin palabras. El silencio es algo muy hermoso y muy terrible.

III
La niña que olvidó sus ojos marrones junto a la noche soy yo. La ciegamente sola, amadora del silencio, de la luz.

IV

Atardecí como la ahogada en un río de pája¬ros. La noche me resucitó las alas, pero alguien dijo que las muertas no saben volar.

V

Una horda de azafranes y su lluvia de semi¬llas herrumbraron mi lenguar. Ahora espero, con los ojos muy abiertos, que un caballito del diablo venga y me lama la nuca.

VI

La más sanguínea hembra tiene hoy venas vacías. Y es otramente ella, tan cantando como siempre en su apátrida lengua.

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AVE MUDA

I

el corazón del náufrago lo sabe
lo presiente:
hay una campana bajo el mar
que espera ser tañida por las manos del ahogado

II

este puerto que se incendia
a golpe de guitarra y amapolas
baña con su luz marina
los retratos de mi infancia
en las barcas de nocturnos pescadores
la bahía se desordena
niños de ojos inundados
cantan en silencio
para sus hermanas ebrias

ellas danzan en el muelle
con melancolía de estatuas
ceden su blancura a las gaviotas
y el aroma de sus cuerpos
humedece la madera

es de noche en el verano de mi infancia
alguien canta una canción de cuna
y el ardor de la bahía se desordena

III

isla de pájaros:
caja musical donde la bailarina se desnuda
y tiende el corazón sobre las rocas

lavada por la sal y el viento
ella olvida lo que sabe del silencio
de la sed de su garganta
emigra para siempre un ave muda

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Sobre la autora:

Daniela Camacho (Culiacán, Sinaloa, México, 1980) se graduó de ingeniería industrial y de sistemas por el ITESM y de lengua y literaturas hispánicas por la UNAM. Publicó los poemarios En la punta de la lengua (Tintanueva, 2007) y Plegarias para insomnes (Editorial Praxis, 2008); y el libro de palíndromos Aire sería (Editorial Praxis, 2008). Forma parte de la antología bilingüe Tránsito de fuego (Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, 2009), La mujer rota (Literalia editores, 2008), Los siete pecados capitales. La lujuria (Alforja, 2008). Es fundadora y miembro del consejo editorial y de redacción de la revista El Puro Cuento. Sus poemas y ensayos han sido publicados en revistas y periódicos de México y el extranjero. En la actualidad, radica en Tokio, Japón.

3 comentarios:

  1. Celebro esta poesía llena de duende, de magia, luna, noche, pero también de un Lucero de encanto.

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  2. Me dejas sin palabras, qué poeta

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