sábado, noviembre 29, 2008

De "Recuerdo Panamá" - Luis Pulido Ritter


Acaba noviembre, "el mes de la patria", en un estado de emergencia nacional - aunque no se haya declarado oficialmente -, el país y la ciudad capital, tan distintos pero cambiando tan rápido ambos.

En una conversación sostenida con el pintor Cisco Merel y la poeta Sofia Santim, a propósito del viaje del primero a la Bienal de Arte de Honduras, conversábamos sobre un texto de Susan Sonntag en el que asimilaba la estructura urbana como unos ropajes, y cómo los ropajes de Panamá cambiaban tan rápido que costaba reconocerla.

La nostalgia de la propia tierra, como diría José Luis Rodríguez Pittí, tomando una lectura de Borges como referencia, la estamos experimentando aquí y ahora, no necesitamos salir.

¿En qué nos hemos convertido? Si es que nos hemos convertido en algo, si no,
¿En qué hemos de convertirnos? En este Panamá.

Zoraida Chong escribió en este mes en el diario La Prensa que Panamá es una ciudad en la cual la gente se orienta dando como referencia lugares que ya no existen:

¿Cómo?

- La Casa Miller
- El IJA del Casino
- El Castillo de Perejil
- La Lechería

Y así nos vamos...

Al demoler La Exposición y Bella Vista, jugando demencialmente con los ropajes urbanos, piel sensible aun sin ropa, vulnerable a los elementos, aceleramos esta nostalgia dentro de la propia tierra, por la patria.

Muy a propósito viene y en este contexto comparto un pasaje del libro "Recuerdo Panamá" de Luis Pulido Ritter (Segunda Edición, 2005, Manfer, Panamá):

"...

Fuimos donde estaban los demás. Hablaban entre ellos.
- Ey, Marimacha. Contío me quiero medí todavía los guantes.
- Sólo si vienes sin cabeza a One Way.
- No te preocupes, Mari. La próxima me voy a comportá como un varón, ¿Pa´ dónde van ustedes?
- Pa´ Calidonia. Allá pasa algo.
- Vengo de allá, pana. Están tumbando la Casa Miller.
Corrimos hacia Calidonia. La policía había cerrado las calles paralelas. No podían entrar autos. Solamente estaban libres las aceras. Había una empalizada de alambre para evitar que la gente se acercara a la Casa Miller. Allí estaba, sola, sin que nadie la defendiera. Sus balcones, que cubrían toda la acera, despedían un crujido de dolor al caer en la calle. Los tractores levantaban sus brazos de dientes para golpearla y las paredes de madera formaban montañas de polvo y de escombros al caer en el piso. Era una gigante herida de muerte. Yo la escuchaba llorar. Oía su desgarrada voz y no saben lo tanto que quiero a esta ciudad, con su humedad, con su pobreza y con sus deseperanzas para qu eme dejen morir así. Mis cuartuchos han sido testigos de muchos nacimientos y muertes. De sufrimientos y dolores. Pero también de muchas alegrías. Niños desnudos han corrido en mis balcones y no he dejado nunca de protegerlos. He sacado fuerzas de donde no las tenía para sostener mis pedzaos de madera podrida y apolillada. En medio de esta pobreza no he dejado jamás de abrir mis paredes para que entre el sol yel viento del mar. Desalojar la humedad de mis cuartuchos. Ay, por qué me han olvidado, por qué me dejan morir así, por qué me abandonan como una vieja madre que nadie quiere. Cuando era joven lucía mis balcones con orgullo, como una mujer que luce collares de perlas en su cuello, y bailaba todos los días de carnaval con toda mi felicidad. La gente subía a mis balcones, serpentinas caían en los carros alegóricos, abría mis paredes y dejaba que la música arrobara todos los oídos. Mis escaleras, mis cuartuchos, mis columnos y mis balcones, crearon el más grande regalo que le he dado a esta ciudad: el univeso. Les he dado el universo, lo he protegido bajo mi techo de zinc, y mis cuartuchos jamás cerraron los oídos para que los hombres, provenientes de tan diferentes partes del mundo, hablaran una misma lengua. Vinieron los antillanos, los chinos, los hindúes, los árabes, los griegos, los judíos, los italianos, y muchos otros. Y mi piso de madera no está manchado con una sola gota de sangre. ¿No se han dado cuenta de que yo osy esta ciudad? Cada día he tratado de reocrdarles de que soy un barco en medio de dos océanos y que tenemos un mismo destino. Pero la memoria es muy débil. Y ahora soy víctima de la ignorancia, mi cuerpo se desangra, pierdo mis balcones. No saben el dolor que tengo porque no veré otro amanecer, no veré otro atardecer y no veré otro carnaval. No escucharé el rumor de las olas que se estrellan contra la costa, no veré lo quemás amo de esta ciudad: la espontaneidad colorida de sus calles. Mi muerte se viste ya de negro porque sé que no tendré luto. Sé cuál es mi destino. Quizás quedarán algunas fotos mías en algunos museos. Y digo quizás por una sencilla razón: no estoy segura si en el futuro de ustedes habrá museos para recordarme. Algunos contarán sobre mí pero al final caeré en el olvido como la luz de una estrella que desaparece e el universo. No hay nada que los conmueva porque el alma de ustedes es tan dura como el caparazón de una tortuga. No conocen la compasión ni se detienen a sentir los sufrimientos de los demás. Cada quien persigue su interés y solamente se respeta a quien tiene dinero. El valor de las cosas se mide por el dinero y por eso es tan fácil destruirme porque soy pobre y destartalada. Todo lo que tiene valor se viste con lo nuevo. Y ese valor se mide en dólares. Pero aunque me duela quiero decirles una gran verdad. Es mucho más barato construir nuevos edificios, modernos que repararme a mí. Ninguno de esos edificios es tan caro como lo soy yo. Si es por el dinero yo tendría entonces más valor. Además daría más empleo por cada pedazo de madera que por cada una de esas planchas de cristal, Esto es muy refinado para ustedes porque sencillamente me tumban por ser pobre y vieja. No soy de cristal. Algunas fotos colgarán en algún museo que nadie visita. Pero, ¿creen que me consuele el hecho de estar en un museo? No. Siempre he soñado que vendrían días mejores para mí, que alguien descubría lo bella que soy, que me salven de la muerte. Inútilmente he luchado para llamar la atención y vencer la indiferencia. Unas veces dejé que el viento desprendiera el techo de zinc, otras veces dejé caer escaleras y hasta dejé caer pedazos de balcones a sabiendas que podía ser una trampa mortal para los niños. Y muchas veces estuve tentada en provocar un fuego pero no lo hice. Esto era precisamente lo que quieren aquellos que hoy me demolen. Que un fuego me destruya. Están demoliendo el sueño de esta ciudad, lo que la hecho bella, sólo comparablea otras ciudades americanas por su diversidad humana: La Habana, Buenos Aires, Caracas y otras. ¿Quién le dirá a los niños que esta ciudad no es bella sin mí? Mi belleza no es de cristal, pero en ninguno de esos cristales podrán grabarse los nombres y los garabatos de los niños. Cada día levantan torres de cristal, cristales arrogantes, que sólo se ven a sí mismos. No son cristales que saben conversar. No son cristales que aman estas calles con sus aceras, con sus esquinas, y con su gente. Mis cuartuchos son imporpios para convertirlos en oficinas. No tengo elevadores ni fuentes de agua. Pero ninguno de esos cristales hablará como yo lo hago por esta ciudad. Esos cristales pueden estar en cualquier lugar. Son cristales sin rostros. No tienen los balcones ni la elegancia que yo poseo. Aquí se aplaude cada vez que uno de esos edificios se construyen. Entre más alto, mejor. Lo bello solamente es de cristal. No dejamos nunca de estar acomplejados y de estar imitando. ¿Para qué tenemos tantos arquitectos si no tienen nada en la cabeza? No es que quiera ponerme a la misma altura, pero demolerme es sólo comparable con la demolición del Louvre en París. En mis cuartuchos no ha vivido ningún príncipe y menos un rey. Pero de algo estoy muy segura. He cuidado del universo en mis escaleras, en mis cuartuchos y en mis balcones, cosa que de por sí es lo más hermoso que puede pasar en este mundo que está lleno de tantos ejemplos intolerantes y sangrientos. ¿Por qué es tan fácil demolerme?

De la Casa Miller no quedó nada. Ni los escombros. planaron el terreno y quedó un desierto en medio de la ciudad.

..."


NOTA DEL BLOGGER:
La Casa Müller (( Casa Miller )) fue un inmueble construido en 1910 para albergar a los trabajadores antillanos que fueron contratados para la construcción del Canal de Panamá.

La casa de madera constaba de tres pisos y en su momento llegó hasta contar con 900 residentes.

A finales de la década del 70 fue derribada.

4 comentarios:

  1. Songo, me gusta esta nota. Tanto la reflexión sobre los ropajes urbanos sobre la que ya hemos discutido, como el texto de Luis Pulido Ritter, muy apropiado para estos tiempos de demoliciones indolentes y siembras masivas de bodrios de cemento, edificios horrorosos con los que estamos reemplazando La Exposición y Bella Vista, San Francisco, El Cangrejo y otros barrios de hermosa arquitectura, amplias aceras, viejos árboles, grandes patios con jardines y ese atractivo especial que definía a Panamá. Del buen gusto en el ropaje urbano hemos pasado a lo horrible, a la extravagancia, a lo exagerado, a una exhuberancia más propia de las vestimentas del pimp o de la puta. Y somos tan ciegos que vemos progreso en esta puta en la que hemos convertido a la ciudad. Negocio inmediato. Dinero para hoy, hemos vendido las cosas buenas al mejor postor, al que paga por el dinero solo de esta noche.

    Antes los que volaban cometas y romanceaban en la desolada punta de Paitilla sentían nostalgia por ese pedazo hermoso de tierra donde el sol alegre se encontraba con el viento. La gente que creció alrededor o en la casa Millar veían cómo se perdía ese monolito, ese obelisco a su historia reciente. Pero nunca vieron cómo se destruía su ciudad: como tras una guerra, como tras una catástrofe. Tenían siempre a dónde retornar. Cambiaban las personas, pero la ciudad se mantenía, duradera. Hoy somos extraños en este Panamá cambiante, en esta ciudad que está desapareciendo para siempre.

    Creo que me extendí demasiado. La nostalgia me toma. Es hora de meditar y de aprovechar lo que aún nos queda de ese pasado que nos define, de esa ciudad elegante que poco a poco cede paso al bajo. Me iré a mirar esa bandada de pericos que aún se toman (lo están haciendo) mi queridísma Vía Argentina.

    ResponderEliminar
  2. "Hoy somos extraños en este Panamá cambiante, en esta ciudad que está desapareciendo para siempre."

    Este comentario tuyo da para uno o más artículos José Luis.

    No, no te has extendido, esa era la idea.

    Luis Pulido me ha escrito y comentado de cuán acertado viene este texto a la situación de nuestra urbe hoy día.

    ResponderEliminar
  3. hola, estoy buscando algun resumen, ensayo o essay sobre el libro "recuerdo panama". sabran quiza donde puedo conseguir?

    mi email es michelleharrick@gmail.com

    gracias

    michelle

    ResponderEliminar
  4. Hola, estoy buscando algun resumen, ensayo o essay sobre el libro "Recuerdo Panama".

    Sabran quiza donde lo puedo conseguir?

    Gracias

    Michelle

    ResponderEliminar