
Extractos
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En uno y otro asunto, en la vida económica como en la vida espiritual, encontrarán ante todo las mismas nociones de producción y de consumo.
El productor, en la vida espiritual, es un escritor, un artista, un filósofo, un sabio; el consumidor es un lector, una audiencia, un espectador.
Asimismo encontrarán esta noción de valor que acabo de retomar; que es esencial en los dos órdenes, como lo es la noción de intercambio y la de oferta y demanda.
Todo esto es simple, todo esto se explica fácilmente; son términos que tienen sentido tanto sobre el mercado interior (donde cada espíritu discute, negocia o transige con el espíritu de los otros) como en el universo de los intereses materiales.
Además, se puede considerar igualmente el trabajo y el capital por ambos lados; una civilización es un capital cuyo crecimiento puede proseguirse durante siglos como el de ciertos capitales, y que absorbe en sí sus intereses compuestos.
Este paralelismo sorprende a la reflexión; la analogía es muy natural; podría llegar a ver en él una verdadera identidad, y la razón es que: primero, ya lo dije, interviene el mismo tipo orgánico bajo los nombres de producción y de recepción - producción y recepción son inseparables de los intercambios; pero, aún más, todo lo social resulta de las relaciones entre el gran número de individuos, todo lo que ocurre entre el vasto sistema de seres vivos y pensantes (más o menos pensantes), cada uno de los cuales es a la vez solidario con todos los demás, y opuesto a todos los otros - único, en cuanto a sí, indiscernible e inexistente en el interior del número.
Este es el punto. Se observa y se verifica tanto en el orden práctico como en el orden espiritual. De un lado, el individuo; del otro, la cantidad indistinta y las cosas; en consecuencia, la forma general de esas relaciones no puede ser muy diferente, ya se trate de producción, intercambio o consumo de productos para el espíritu, o bien producción, intercambio o consumo y productos en la vida material.
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La libertad de pensamiento se confunde en los espíritus con la libertad de publicar, que no es lo mismo.
Jamás se impidió a nadie pensar como quisiera. Sería difícil; a menos que se tengan aparatos para rastrear el pensamiento en los cerebros. Se llegará a eso seguramente, pero todavía no es del todo así, ¡y no deseamos ese descubrimiento...! La libertad de pensamiento, mientras tanto, existe - en la medida en que no esté limitada por el mismo pensamiento.
Es muy bonito tener libertad para pensar, ¡pero aún hay que pensar algo! Pero en el uso más ordinario en que se dice libertad de pensar, se quiere decir libertad de publicar, o bien libertad de enseñar.
Esta libertad da lugar a graves problemas: siempre suscita alguna dificultad; y toda la Nación, como el Estado, como la Iglesia, tanto la Escuela, como la Familia, han criticado la libertad de pensar publicando, de pensar públicamente o de enseñar.
Son ellas potencias más o menos celosas de las manifestaciones exteriores del individuo pensante.
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Considero hoy a la vez necesario e inquietante estar obligados a invocar, no sólo lo que se llama derechos del espíritu, ¡son sólo palabras!... no hay derechos si no hay fuerza... sino invocar el interés, para todo el mundo, en la preservación y el sostén de los valores del espíritu.
¿Por qué?
Porque la creación y la existencia organizada de la vida intelectual se encuentra en una de las más complejas relaciones, pero de las más ciertas y más estrechas de la vida - simplemente - la vida humana. Nadie explicó jamás qué significábamos nosotros, los hombres, y nuestra singularidad que es espíritu. Este espíritu es en nosotros una potencia que nos ha comprometido en una aventura extraordinaria, nuestra especie se ha alejado de todas las condiciones iniciales y normales de la vida. Inventamos un mundo para nuestro espíritu - y queremos vivir en el mundo de nuestro espíritu. Él quiere vivir en su obra.
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Pues allí donde no hay libertad de espíritu, la cultura se marchita... Se ven importantes publicaciones, revistas (antes muy activas) de allende las fronteras, que ahora están llenas de artículos de erudición insoportable; advertimos que la vida se ha retirado de esas colecciones, en las que sin embargo hay que hacer como que se conserva la vida intelectual.
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PAUL VALÉRY - 1939
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