
En el mes de abril de este año, ese sábado en la noche que me acomodaba en el No. 14 B, muy cerca del Teatro Nacional Cervantes, recibí un correo de Paola Schmitt, en el que podía sentir su emoción, ante la publicación de su primer libro, "Historias de Otros".
Da la casualidad que ella iba a presentar el libro en Palermo, en la Galería Carla Rey de Arte Contemporáneo, el 3 de junio, 3 semanas después de mi regreso de Buenos Aires a Ciudad de Panamá.
Ahora tendremos el placer y privilegio de ser testigos de la presentación de "Historias de Otros", en la Feria Internacional del Libro de Panamá, el sábado 28 de agosto, a las 7:00 p.m. en el Salón Trenzado-Lagunilla del Centro de Convenciones ATLAPA.
Soy testigo de la carrera y búsqueda artística de Paola, a quien conozco aproximadamente desde 2002 - si mal no recuerdo -, primero en su faceta de artista plástica, siempre sensible a todas las artes, su incursión paulatina pero definitiva en el mundo literario, en los últimos años, hasta madurar el fruto de su formación y sacar esta obra a la luz - pues ya había publicado sus textos en el colectivo "Contar no es un juego", el 24 de enero de 2008 -.
En una publicación muy atractiva, 15 historias. Comparto en este blog 3, y los espero en la Feria del Libro.
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A Matilde le gustan los gatos
El ruido que producen quince mujeres hablando una sobre otra te ensordece al tiempo que sus conversaciones, para impresionarse mutuamente, te aburren.
- ... la semana pasada, Jaime fue a su primer día de colegio...
- ... ¡Ay! Pues vieras a Andrés con su uniforme de fútbol, está de lo más gracioso, como para comérselo...
- Sí, sí, sus chicos. Pues mi Laurita será primera bailarina en la función de final de año...
- ¿Con sólo cinco años?
- Ya ves, la profesora dice que es excepcional, que Laura es todo un prodigio...
Miras tu café y juegas con la taza entre tus dedos. Siempre las mismas cantaletas. Las oyes mientras te cuestionas cómo es que caes y te apuntas a estas reuniones de antiguas compañeras del colegio año tras año. Sigues mirando la taza de café, la espuma ha desaparecido y los grumos de canela flotan sobre el líquido más lechoso de lo que te gusta. Esta vez lo dices, que también tienes derecho. No será futbolista ni irá al colegio y, obviamente por su condición jamás será primera bailarina, pero sigue siendo tus ojos y la fuente de tu alegría.
- Pues a Matilde le gustan los gatos - lo sueltas sin perder la concentración en el fondo de la taza.
Silencio. Miradas que pasan del asombro a la condescendencia. Sonrisas como la de Monalisa, que la verdad es que ni sonríe. Las enfrentas mientras parpadean rápidamente esperando que alguna valiente haga un comentario que las saque a todas de una situación tan incómoda. Disfrutas haberlo dicho. Ya era hora. Relames mentalmente tus palabras, "Sí, a mi Matilde le gustan los gatos". Sonríes con una mezcla de ironía y desaño. Te sientes liberada y vencedora.
- Laura quedó fascinada con Matilde, ¿Cuántos años tiene ya? - alguien trata de romper el hielo del momento.
Ya tuviste suficiente. Sabes que serás el tema de conversación por el resto de la tarde, y de más de un par de reuniones a las que ésta vez, por más correos que te envíen, estás segura de que no irás. Puedes imaginar cómo sigue la charla sobre ti.
- ¿Y qué pasa con Matilde?
- ¡Ay, mujer! ¿no sabes?...
Llegas a casa con las bolsas del supermercado. Además de unas chucherías para Matilde le traes su leche preferida, la de vainilla, te han dicho que no le sienta bien, pero hoy nada te importa, a Matilde le gusta. Tienes ganas de meterte junto con ella en la cama, arroparte bajo las sábanas y sobarle la cabecita. Digan lo que digan, es tu bendición.
Abres la puerta, "¿Matilde?". No hay respuesta. "¿Matilde?" Ahí está. Contenta se baja del sofá y ronroneando se frota con tus pies, maúlla ante el olor de la leche. Matilde. Tu Matilde. A la que también le gustan los otros gatos.

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El primer segundo
Tengo que contar nuestra historia en un segundo. Contar cómo tus enormes ojos negros han sido mis delicias tantas noches. Cómo en tus pestañas se enredaron mis días desde que te conocí. Y tu boca. Tu boca. Esa cueva en la que llevo perdido tanto tiempo...
Aún no sé cómo decirles que desde el primer día te veo en cada esquina y te siento en cada rincón. Claro que puedes, insisten con burla. Qué saben ellos, querida.
Cómo resumir tantas noches de desvelos, de emociones y suspiros. Cómo comprimir los miles de poemas escritos para ti, para nosotros. Cómo explicarles esta seguridad de que nadie me comprenderá jamás mejor que tú, saber que nadie podrá hacerte más feliz que yo. Cómo hilar en un nudo casi dos año, o acaso son más, ¿llevas tú la cuenta, querida?
Un segundo.
Si así tengo que contar nuestra historia elegiré aquel segundo el que, sentada sola en la panadería de la esquina, sorbías tu café y me miraste por encima de la taza. Te sonreí y me sonreíste de vuelta. Ese segundo, antes de que cambiara la luz del semáforo
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Esa luz
Allá en la lejanía oigo voces que dicen que ya es mi hora, que será mejor que se preparen, siento que todos corren. ¿Mi hora para qué? Sólo sé que esto está oscuro, muy oscuro, tan oscuro.
No sé ya cuánto tiempo llevo así, como flotando, sumergido en viscosidades lejos y cerca de todo. Siento como si fuera toda una existencia, como si nunca hubiera conocido otra cosa. Veo una luz, ¿acaso esa luz representa la supuesta hora que me toca? Es como un túnel muy largo y al final, la luz. Primero tenue, luego intensa y ahora deslumbrante y hechicera. Me tienta, me incita a ir a ella, a zanjar el camino y sumergirme en su brillo. No sé, siento que si me dejo llevar por ella no podré volver. Me da miedo. Ya conozco esto, mejor me quedo. Pero ahí está la luz... tentándome.
Presiento que mi voluntad poco tendrá que ver con lo que está por sucederme. Estoy cansado de estas tinieblas, de oír voces a medias o ruidos que me asustan. ¿Qué hago si lo desconocido me aterra? ¿Cómo estoy seguro de que allá estaré mejor que aquí? He aprendido a saber quiénes están cerca de mí, quiénes me quieren y quiénes me esperan. Otra vez veo esa luz. Me fuerza ir hacia ella. Por favor duerme más tiempo, ¡déjen-me pensar!
No entiendo la prisa, llevo en este letargo tanto tiempo y ahora todo es prisa. Y esa maldita luz que me aturde, y este cuerpo mío que no responde a mis mandatos y se revela contra mi lanzándome hacia el brillo.
Hubo momentos en los que deseaba con ansia hallarme en medio de esa otra vida que ya presentía su existir tan cerca de mí. Pero amo esto poco que me rodea y no quiero ser privado de ello.
Esa luz... ¡No quiero! ¿Qué pasa con mi voluntad? Digo que no quiero. Ordeno que no quiero. ¡Oh! ¡Dios! Me invade la luz, estoy rodeado de ella.
Tanta agonía y esto fue todo. Ya pasó. Veo al mundo.
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(c) Paola Schmitt - 2010
Imágenes - (c) Paola Schmitt y Marco Cossu
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