
Ricardo Miró es considerado el Gran Poeta Nacional de Panamá. Su Poema por antonomasia es Patria (Barcelona, 1909).
En 1983, a propósito del Centenario del Nacimiento del Poeta, la Academia Panameña de la Lengua, emprendió la publicación de la obra RICARDO MIRÓ, Poesía Selecta, que salió a la luz en 1984.
En su prólogo, Elsie Alvarado de Ricord se refiere al poeta Ricardo Miró, de la siguiente manera:
"El valor de su obra poética no puede medirse horizontalmente por el número de libros o versos publicados, sino por el papel que ellos cumplieron en la conformación de la sensibilidad panameña y por su vigencia innegable aun en este momento en que las formas ideológicas, incluidas las concepciones literarias, han girado radicalmente, por esos reajustes continuos con que la literatura hace causa común con los nuevos requerimientos del mundo.
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Su poesía recibió las influencias del Romanticismo literario que estaba en la tradición, y del Modernismo, que asimiladas por su talento y su sensibilidad se patentizan ambas con mucha moderación en su obra, en un estilo muy propio, con una temática fiel a su mundo interior y a su posición estética.
Su mensaje es profundo sin ser nunca oscuro. Su claridad, que por ser poética es muy relativa, proviene de la fluidez sintáctica, ya que su inspiración rehúye los hipérbatos violentos y el léxico cultista que en cambio fue característico de algunos grandes poetas hispanoamericanos de la época, como Julio Herrera y Reissig, por ejemplo..."
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A continuación una muestra de los poemas de Ricardo Miró Denis
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II
SONETOS
LAS GUACAMAYAS
Las guacamayas pasan como rotos pedazos
de una bandera en alas de violento huracán:
de oro las cabezas, de azul de mar los brazos,
y las colas del rojo trágico de Satán...
La tarde se desploma cayendo en los ocasos
y el crepúsculo asume violencias de volcán,
mientras las guacamayas, con indolentes trazos,
se van por el celeste de los cielos, se van...
Vienen de Guatemala... Tal vez de Nicaragua...
Y son cual gallardetes que el crepúsculo fragua
batidos por quién sabe quién en la inmensidad;
Y en la gloria del sol, el pensamiento mío
se las finge dos póstumos sonetos de Darío
de paso, por mi patria, hacia la Eternidad.
1904
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LA ÚLTIMA GAVIOTA
Como una franja temblorosa, rota
del manto de la tarde, en raudo vuelo
se esfuma la bandada por el cielo
buscando, acaso, una ribera ignota.
Detrás, muy lejos, sigue una gaviota
que con creciente y pertinaz anhelo
ve de la soledad rasgando el velo
por alcanzar la bandada, ya remota.
De la tarde surgió la casta estrella
y halló siempre volando a la olvidada,
de la rauda patrulla tras la huella.
Historia de mi vida compendiada,
¡porque yo soy, cual gaviota aquella,
ave dejada atrás por la bandada!
1905
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COLÓN SIMBÓLICO
Al monumento del Puerto de la Paz en Barcelona
Por sobre ocho leones que en bélico desplante
sacuden la aspereza de su melena obscura,
al fin de la columna destácase la dura
figura de Cristóbal Colón el navegante.
Tendido el duro índico de bronce hacia adelante,
cuando la brisa bate su recia vestidura
en la callada noche, parece que murmura
palabras misteriosas la voz del Almirante.
Pasaron cuatro siglos desde que tendió la mano
y sobre frágil nave atravesó el océano
hasta pisar las costas de América bravía;
mas quién sabe qué cosas miró su genio entonce,
cuando, tras cuatro siglos, Colón, fundido en bronce,
tiende para la América su dedo, todavía.
1912
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III
POEMAS MAYORES
LA CANCIÓN DEL MARINERO
Ya la barca abrió las alas, como un pájaro en la sombra;
se estremece como un águila que el vuelo va a comenzar
y me invita dulcemente...¿Quién me llama?...¿Quién me nombra?...
No tengo a nadie en la tierra... Voy a ver qué me da el mar...
El mar está pensando... Se dijera una laguna
que se ha quedado dormida, de tanto, tanto pensar...
Yo me voy al horizonte para embarcarme en la luna
cuando la luna aparezca rompiendo el agua del mar...
Quiero irme lejos, muy lejos... Adonde ni el pensamiento
con sus alas poderosas me pueda nunca alcanzar...
La barca me está esperando con la vela abierta al viento...
No tengo a nadie en la tierra... Voy a ver qué me da el mar...
6 de julio, 1915
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A PORTOBELO
Portobelo ilustre, léxico de piedra,
jardín de recuerdos, ciudad noble y fiel:
bajo tus espesas cortinas de yedra
dormita un pasado de eterno laurel.
En tu indiferencia grave y pensativa
no hay una pulgada donde no se advierta
el mudo vestigio de una historia muerta
o la roja llama de una gloria viva.
Pasaron los tiempos del real decoro,
la galantería, el fausto español,
cuando resbalaban las galeras de oro
como graves cisnes del País del Sol.
Hoy rompiendo apenas tu bahía mágica
-restos que un naufragio dejara al azar-
un mástil, a modo de una mano trágica,
asoma, crispado del fondo del mar.
¡Oh, tus fortalezas!... En épicas ruinas
se yerguen luchando con su aciaga suerte,
y ya sólo rompen su quietud de muerte,
para hacer sus nidos, las aves marinas.
Tus viejos cañones que de cumbre en cumbre
llevaron sus ecos por el vasto mar
hoy duermen, cubiertos de olvido y herrumbre
soñando que se oyen de nuevo tronar.
En las medias noches tétricas y oscuras
vagan por tus calles sombras y visiones,
se escuchan murmullos, se oyen oraciones,
salidos quién sabe de qué sepulturas.
Y en las noches fúlgidas de nácar y luna
flotan sobre el ala tenue de las brisas
canciones y notas, palabras y risas
que turban en ecos tu quieta laguna.
Portobelo ilustre, patrio orgullo viejo,
jardín florecido de eterno laurel:
hoy sólo te queda tu mar, limpio espejo
que te dice cosas que saben tú y él.
Por tu bella historia, roja y estupenda,
por tu breve vida de fausto y dolor,
eres, Portobelo, ciudad de leyenda,
ciudad de recuerdos y ciudad de amor.
1918
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MUSA PANAMEÑA
Íbamos bajo la ingrata
sombra de nuestra fortuna,
mientras abría la luna
sus cataratas de plata;
y sobre las alas leves
de la brisa que venía,
una dulce voz decía:
- Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.
Detuvo el paso un momento,
reconcentró la atención
para escuchar la canción
que nos venía en el viento,
y oprimiendo entre sus leves
manecitas una mía
dijo con melancolía:
- Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.
Sin saber qué responder
a la infantil petición
me oprimía el corazón
que se quería romper,
mientras en las alas leves
de la brisa que venía,
la dulce voz repetía:
- Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.
¡Ilusión que el labio miente! ...
¿Dónde estará ese tambor
donde no flote el dolor
sobre el cantar de la gente?...
¿Dónde, dónde, vida mía,
si son nuestros goces breves
cuan larga nuestra agonía?...
Y sobre las alas leves
de la brisa que venía,
la dulce voz repetía:
- Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.
Enlazados de las manos
seguimos, mudos y errantes,
más que como dos amantes
cual si fuéramos hermanos,
mientras en las alas leves
de la brisa que venía,
lejos, la voz insistía:
- Yo quiero que tú me lleves
al tambor de la Alegría.
busco poesías, no poemas q lastima por mi.
ResponderEliminar¿Poesías?
EliminarReal hasta la muerte
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