¿Narciso?
La destrucción comienza con el vértigo.
Abrimos los ojos
frente a un espejo pulverizado.
¿Por culpa nuestra,
por un capricho de Dios?
Juntamos los escombros
y caemos,
sin saber nadar.
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Al margen
Digo palabras con los ojos abiertos.
Digo árbol
y en mi voz tiemblan
frutos y aves.
Digo cielo
y un sonido abre sus alas
para cubrir mi cuerpo y la tierra.
Digo palabras con los ojos cerrados.
Digo amor, miedo, justicia.
Digo amor, ternura, libertad.
En estas sílabas se ofrece
el sacramento de la danza,
se incuba el aguacero y el relámpago.
En estas sílabas jadea un animal oscuro.
¿Para qué sirve una palabra
que se enrosca sobre sí misma?
¿Para qué sirves,
amor, justicia, ternura,
amor, miedo, libertad?
Un libro en las manos
en una guerra consumada.
La sílaba dice el lugar propicio
para cavar un refugio,
para sembrar las municiones.
La tierra aguarda
los ojos abiertos,
las manos abiertas.
El golpe de la azada.
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De Invocaciones al fuego
1.
Montijo es una mano de esteros
que se cierra sobre el mar y los manglares.
Sus llanuras se deslizan en silencio hasta la costa.
Allí los barrancos se multiplican
y la tierra demora por capricho su clavado en el agua.
En verano, los potreros de dilatan
como una herida recién abierta.
Una herida sin sangre, sin pájaros.
Una herida de resplandor y polvo.
El sol se cae del cielo,
chapucea entre la hierba
y quema cada vida que se cruza.
El fuego es lo único que se siembra en verano.
Ninguna semilla se pierde.
La tierra lo recibe y lo alimenta.
Los árboles se quedan
en la cima de sus sombras,
orgullosos de su fuerza entre tanta luz.
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De Temblor y caída. Elpidio González Aguilar.
Este libro obtuvo el Premio de Poesía Joven GUSTAVO BATISTA CEDEÑO, 2022.
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