domingo, mayo 19, 2024

Dos poemas de Patricia Guzmán (Venezuela, 1960-2025)

 



La Virgen del árbol seco (Inédito).

Primera parte
Siento voces que me llaman
Un clamor perfumado de arboledas tupidas de soledad
donde claman pájaros, abundantes pájaros,
congregados entre las ramas de un árbol seco
En medio del que se halla, protegida por un precioso ovalo, una Virgen,
una diminuta y hermosa figura de mujer cubierta por un largo manto que/
cae con gran delicadeza
Y entre sus brazos sostiene a un niño dorado
quien ha convocado pájaros de melodioso pero entristecido canto
Los pájaros yacen expuestos espiritualmente
Los anima el deseo de librarse del peso de las culpas
Culpas que desconocen, pero sienten el peso
El peso turbador de la belleza manifiesta, de la belleza prístina
Del amor consumado y aun así casto
Embriagados por la divina luz en sus corazones turbados
buscan refugio entre los huecos de los acantilados sembrados/
de débiles y pestilentes flores
Allí, entre las cavernas de piedra, hemos de encontrarnos, antes de rendir
tributo a la Virgen, y gustar el mosto de granada
Embriagados espiritualmente podemos divisar, entre las ramas del árbol seco,
la llama de la divina luz en el pecho del niño dorado que sostiene/
la purísima figura de la Virgen


.::

del libro Soledad intacta (2009).

«Uno cae sin descubrir el misterio de la caída».

Soledad intacta (2009), Patricia Guzmán.

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DEMÓRASE mi alma en florecer
Necesita un cielo más alto
Conservar el secreto en la claridad
Es posible que le falte prudencia
Acomodarse a lo que es sensato
No gozar de subir a tener este amor perfecto
Debo estar ocupada en cosa de provecho para el alma
Desasimiento grande el mío
No es fácil soportar la visión y el acontecer mismo del amor
Debo repetir una oración mental
Debo repetir una oración mental
Hago demasiado caso de mí misma

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Patricia Guzmán / Foto Vasco Szinetar© en EL NACIONAL


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