domingo, octubre 19, 2008

Relatos de Lissete Lanuza Sáenz

Puntos de vista

Es medio plana la vida, aplastada y con un sabor dulzón. También es un tanto olorosa, lo digo por este hedor intoxicante que me envuelve y que solía ser agradable, pero ahora se ha vuelto francamente repugnante. Esa es una de las desventajas de vivir en este pequeño envoltorio plateado (y digo envoltorio porque, vamos, la condenada cosa esta se pega a mi cuerpo con tal acierto que si quisiera dejar de ser plano, no podría).

Pero he oído rumores, y francamente el papelito brillante este suena como el cielo comparado con el cuento que escuché de lo que le pasó a Omar el de arriba. Dicen que dejó de ser plano, y ahora no tiene ni forma, ni olor, ni mucho menos sabor. Y por ahí escuché de las malas lenguas (porque te diré que ésas de menta son de lo más chismosas) que lo vieron medio despedazado en una esquina, pegado a un zapato. Cómo se habrán enterado no tengo ni idea, pero de todos modos me preocupa. Este tipo que me compró parece haber dejado los cigarrillos, y quién sabe qué ideas de destrucción cargará en la cabeza.
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El observador

Caminaba despacio, sigilosamente, tratando de minimizar el ruido sordo de los zapatos contra el gastado piso de madera. No podía darse el lujo de que lo oyeran. Era de noche, y su chaqueta negra, vano intento de camuflaje, contrastaba con el emancipado edificio. El chirrido de los escalones parecía gritar "aquí estoy", pero aun así, nunca había sido descubierto. Le agregaba cierto atractivo al asunto la posibilidad de ser atrapado. Quizás por eso no se quitaba los zapatos y se asomaba periódicamente por una de las numerosas rendijas en la madera para observar cómo la brillante luz de luna bañaba el parque (donde las palomas transitaban libremente por la calle desierta, en perfecto orden y sin necesidad de semáforo). Mientras avanzaba, sus manos se aferraban al pequeño objeto negro en su bolsillo derecho, sólo para soltarlo de nuevo, acción repetitiva que se antojaba calmante de alguna manera. Ya pronto llegaría a su lugar. Desde aquí no podía observar nada con claridad. "Dios quiera que este edificio no vaya a caerse conmigo adentro uno de estos días", pensó mientras se asomaba por una abertura esta vez lo suficientemente grande como para asomarse entero. La luna se reflejaba completa sobre el edificio contiguo, dejando entrever dos figuras conocidas que se unían formando líneas borrosas, y luego se separaban, sólo para unirse de nuevo en geometría infinita que empañaba las ventanas y se repetía una y otra vez. Una mueca le deformo la cara, dando paso a una sonrisa. Sus pies se detuvieron, estiró la mano para acercar la silla que tenía muchos meses de ocultarse en el mismo rincón, rebuscó en su bolsillo, sacó unos pequeños binoculares, y se dedicó una vez más a su pasatiempo favorito: observarlos.
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Este cuento se ha acabado

HAY setenta y cuatro baldosas verduscas y sucias en la pared de tu baño. Lo noté por primera vez la otra noche, mientras levantaba la cabeza para dejar escapar un grito de pasión. Me llamó la atención el color, un verde mohoso y triste que no se ajustaba para nada con mis románticas nociones de ti.

Un par de semanas después comencé a contarlas. Llevábamos ya unas cuantas ´sesiones` y hacía rato que la experiencia había dejado de ser excitante. Es más, ya estaba comenzando a rayar en ridícula, así que decidí que contarsería una buena manera de pasar el tiempo.

Hay setenta y cuatro baldosas en la pared de tu baño.

Nunca pensé en descubrir esto cuando te conocí. Parecía hasta un cuento de hadas todo, ¿o no? Lo recuerdo perfectamente, pues era una tarde preciosa y yo sentada en aquella pequeña banca mientras los últimos rayos de sol bañaban el parque con su resplandor rojizo, pensé haber encontrado a mi príncipe azul.

Tenía sentido que fuera en el parque, mi lugar favorito. Antes de conocerte no había para mí nada mejor en el mundo que aquellos árboles majestuosos, a veces coronados con verdor, y a veces vestidos de colores variados, como una niña coqueta. Pero al tenerte a ti, de repente cambié de opinión.

Un idilio de cuentos de hadas, eso fue lo que tuvimos. Y cuando terminamos aquí, en este baño oscuro un par de horas después, ni siquiera noté el sucio color de las baldosas.

Lo comencé a notar con el tiempo, con cada día soleado que pasamos en este encierro verde y vomitivo que según tú nos brindaba la libertad de disfrutar de nuestro amor sin que nadie nos interrumpiera.

El color se volvió francamente repugnante después de un rato. Fue más o menos por ahí que comencé a contar, no hay mucho más que hacer mientras uno se deja llevar por el amor, o sí?

En un momento, algo cambió.

Seguí contando, por si las dudas, y cuando terminé... setenta y cuatro, claro está, lo mismo que ayer, me dediqué a observar a mi nueva compañera.

Le puse por nombre Holly.

NO era más que una pequeña arañita, pero era la mejor compañía que podía alguien imaginar, siempre presente, aun cuando mis ojos se cerraban y mis manos estaban ocupadas en otra cosa.

Las arañas no viven mucho tiempo, me dice el Discovery Channel, pero Holly me acompañó por una eternidad y más en tiempo de araña, y cuando por fin murió, ni tuve corazón para sacarla afuera y enterrarla, como seguramente habría querido.

La dejé ahí, mi incansable compañera mientras disfruto de este amor que estaba llamado a ser de cuento de hadas.

Yo aposté al felices para siempre, colorín colorado, el príncipe azul viene a rescatar a su princesa en un corcel blanco para cabalgar hacia un futuro juntos. Pero ahora cuando cierro mis ojos y todavía puedo ver las baldosas del baño me despierto a la triste realidad. Yo aposté a un final feliz, pero después del atardecer, los árboles y pájaros, todo lo que conseguí de ti fueron caricias apresuradas y las verdes baldosas de un baño, y ya está. Colorín, colorado, este cuento se ha acabado.

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Lissete Lanuza Sáenz (Panamá, 1984) es abogada graduada en la Universidad de Panamá. Egresada del Diplomado en Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá. Sus cuentos han aparecido en la revista Maga y los libros colectivos "Soñar despiertos" (Panamá, 2006) y "Taller de escapistas" (Panamá, 2007).

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