
DE PAR EN PAR
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PROBLEMA DEL GENIO
Distinguido señor director de los Archivos de Criminología Doctor José Ingenieros.
Con votos de éxito para los Archivos, el que suscribe, tan profano en la materia como deseoso de dejar de serlo, abusando de la benévola invitación de usted, se atreve a proponer una controversia cordial sobre un asunto, a mi juicio el más fascinante de los que pueden meditarse.
Me refiero, señor director, al problema del Genio.
He aquí un tema que podría mitigar al sombrío ambiente de los estudios criminológicos, y que, sin embargo, cabe en el vasto marco de la Psicopatología.
Es éste un asunto que no es objeto de estudio especial, ni siquiera somero, en una ni otra de las dos carreras liberales a que probablemente pertenecemos todos los colaboradores de esta revista. En virtud de ello, yo, por lo menos, no creería hacer obra útil para mí ni para otros intentando un estudio personal, aislado, de un asunto tan profundamente complejo y relativamente tan poco favorecido por la ciencia contemporánea.
Viste esto, fácil es concebir el bien recíproco que nos resultaría a los que interviniésemos en el cambio de ideas que propongo y la cordura de no tentar estudios aislados en materia tan poco trabajada entre nosotros.
Como punto de arranque podría, por mi parte, formular esta pregunta, a la cual yo individualmente, anticiparía una respuesta negativa:
¿La ciencia contemporánea, o más correctamente la tendencia imperante a estudiar fisiológicamente el espíritu, ha dado algún paso en el esclarecimiento del problema del genio?
Yo encarecería las ventajas de estudiar espiritualmente el espíritu, de hacer psicología psicológica (permítasene la designación) en lo principal sin perjuicio de utilizar las informaciones de la fisiología.
Ojalá tenga este proyecto la acogida que le deseo. No tardarán en palparse sus beneficios.
Reciba el señor director el testimonio de una antigua y sincera amistad.
Macedonio Fernández
Enero 14/1902
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EL NECESER VENCEDOR DEL MONSTRUO PRAXIS
Dos monstruos tiene el existir; en lo metafísico el ser (el inconveniente de no poder existir sin cargar con un "ser" misterioso y estrafalario) y en lo práctico el costo: lo que cada consecución o posesión requiere en desgaste fisiológico, psíquico o de esfuerzo (en salud, placer, dinero, trabajo) hasta que se descubra lo que cueste menos de lo que da; monstruo que parece invencible de desenredar.
El único vencedor de la Praxis no es la riqueza, el poder, la ciencia ni la valentía o paciencia, sino la total practicidad sumada en el Neceser de nuestra propuesta.
El Neceser tal debe estar equipado con las cosas siguientes, que completo y en dinero no cuesta diez pesos; y en el beneficio de su uso diario rinde más mensualmente que la venta líquida de una casa de cien mil pesos. Debe contener, dentro de una caja bien escogida, todo aquello que de fundamental aporta el hogar y justifica su existencia.
(Prevengamos que se tenga muy presente que la ventaja en viaje de este Neceser no excluye una quizá igual ventaja de tenerlo en casa a nuestro lado.)
Todo utensilio que no sea reemplazable por otro pertenece por esencia al Neceser: tijera, cuchillo, pinza, tirabuzón, tenedor, cuchara, alfileres, tubos, reservorios, filtro, agua limpia, trapos varios, fuego, mondadientes, reloj, lápices, hilos, aguja, papel, sobres, fósforos, cigarrillos, aspirinas, rouge, pegatodo, martillo, clavos, clips, goma de borrar, lente de aumento, goma de pegar, todo lo que no se halle tan profusamente en la vida natural (sólo el aire lo es en absoluto; luego quizá el azul, el verde, el agua) o social que sea ociosa precaución andar con él.
(Al bazar Dos Vidas para que lo invente.)
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Suave encantamiento
Profundos y plenos
cual dos graciosas, breves inmensidades
moran tus ojos en tu rostro
como dueños;
y cuando en su fondo
veo jugar y ascender
la llama de un alma radiosa
parece que la mañana se incorpora
luminosa, allá entre mar y cielo
sobre la línea que soñando se mece
entre los dos azules imperios,
la línea en que nuestro corazón se detiene
para que sus esperanzas la acaricien
y la bese nuestra mirada;
cuando nuestro ser contempla
enjugando sus lágrimas
y, silenciosamente,
se abre a todas las brisas de la Vida;
cuando miramos
las cenizas de los días que fueron
flotando en el Pasado
como en el fondo del camino
el polvo de nuestras peregrinaciones.
Ojos que se abren como las mañanas
y que cerrándose dejan caer la tarde.
(1904)
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Layda
Poema a mente confusa de:
Adelayda - Beethoven - 1800
Layda - Deunamor - 1930
Llamad ¡llamad! ¿buscáis las palabras en Layda?
- Es que no sabemos las palabras por Layda, las
palabras que devuelven Layda.
- Llama; ¡pero llamad!
La muerte nunca quiso ser creída.
Y se mostró en Layda para elocuencia de su afán
de no ser creída.
Quien conoció a Layda y su boca siempre con
palabras porque siempre Layda tenía que decir
a otro "Gusto de que tú vivas" - y era lo que en todo lo
que dijera se decía - no creerá más un morir de ella
ni uno propio.
¿Hay en lo Real una muerte de Layda? Lo que es
del modo del vivir-sentir, nunca pudo salir de su
modo.
Lo muerto lo fue siempre y será, nunca pudo salir
de su modo.
¿Pudo ignorarse que había Layda?
¿Pudo ignorarse un día: Layda ha muerto?
Hubo que creerlo ahora: Layda tenía muerte.
Oh, no: la hora es de no creer muerte en Layda.
Es que Layda era en quien Muerte puede hacerse
comprender, es decir hacerse por fin increer.
Mortales son sólo los que no tienen el latido de
increer la muerte en Layda.
Si, viniste para que ya la muerte no fuera creída.
Es mucho silencio; es el mayor silencio que se ha
Dado.
Oh. ¡Te has callado mucho, Layda!
Oh Muro, oh Silencio ¡Tú en la Ribera sin otra,
sin eco de ribera!
Donde del paso último la forma de un pie solo se
lee.
Oh Layda nombrada en el eco de "lágrima".
¿Último? ¿Último?
Layda Lorgan. Ah.
Y en borde último
estampa última
de pie viviente en paso último.
¡Alma, no Creer!
Inultimable ser se tiene en Ella.
Si ella no dijo "¡Adiós!" ¡qué estáis diciendo!
Layda incesada, diréis que está volviendo,
(1930)
(De: "La Ciudad de las Almas sin Cuerpo")
.::: MACEDONIO FERNÁNDEZ
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