
SOBRE LA OBRA “MIS MENSAJES EN BOTELLAS DE CHAMPAÑA”
Alberto Cabredo discurre sobre la obra de Carlos O. Wynter M.
He tenido acceso a la obra Mis mensajes en botellas de champaña, que mereció mención honorífica en el Concurso Rogelio Sinán del presente año, la cual es una producción del escritor y promotor cultural panameño Carlos Oriel Wynter Melo. Su lectura, trae a mi memoria una aseveración del escritor Julio Cortázar que en la obra Papeles Inesperados señala: “En primer término la creación como tal no tiene un límite, un momento en que pueda considerársela acabada como una carrera profesional o una especialización con fines precisos. El creador se esta formando incesantemente a sí mismo, es de alguna manera su propio maestro en la medida en que crear es abrirse al mundo para regresar con un contenido cada vez más enriquecedor, en un proceso como de respiración vital y espiritual que se traduce en obra y que se apoya en ella para continuar el ciclo infinito, la gran aventura humana del arte y del pensamiento.” (El resaltado es nuestro). Y es que en los libros de Carlos Wynter Melo, encuentro invariablemente una voluntad incansable de innovar, un entusiasmo palpable por la invención creativa en que la ficción o la expresión que vuelca en los mismos se conjugan para transformar o enriquecer el tema que aborda, llevándonos así, con mucha frecuencia, a reflexiones sustanciales.
El suyo es un viaje artístico que no ha terminado por supuesto, pero que tiene una impronta significativa. A su haber están los libros El escapista (1999 - obra premiada), Desnudo y otros cuentos (2001), El escapista y demás fugas (2003). Aparece además en la compilación Hasta el sol de mañana (1998), en la antología de cuento centroamericano, en alemán, Papayas und Bananens (2002), en la antología de cuento panameño Soles de papel y tinta (2003) y en la antología Panamá Cuenta (2003), y cuenta a su haber con Invisible (2005), El niño que tocó la luna (2006), El escapista y otras reapariciones (2007) y además Cuentos con salsa (2008). Basta ver lo original de estos títulos para confirmar lo dicho en relación a su permanente búsqueda de la innovación en la tratativa de sus obras, lo que a su vez se confirma en el manejo de la trama. Lo suyo es una aventura para atrapar al lector con la sorpresa temática y la forma de abordarla, no sólo renovándose con cada aparición, sino manteniendo con ello, su buena presencia en el panorama literario panameño.
Considero importante, antes de internarnos en la temática y métodos de sus textos, hacer algunas consideraciones sobre el tema de cómo se genera, produce, o nace un cuento. Y qué mejor forma que citar en este ejercicio crítico las palabras de Rubén Bareiro Saguier que en el ensayo titulado La Entraña de los Sueños que aparece en la extraordinaria obra de Fernando Burgos titulada Los escritores y la creación en Hispanoamérica: “Escribir es, para mí, una necesidad. Cada vocablo, cada frase, cada poema o cuento, cada libro es el resultado de una profunda carga que se va acumulando, hasta que el peso de la misma desencadena la tormenta de la palabra. … las otras – las que conforman la dimensión imaginaria, las que vuelven visibles mis fantasmas -, las escribo con sangre, con las tripas, con las manos de los sueño, con las uñas de las pesadillas. …Considero que la escritura no se agota en su componente estético: debe ser sostenida por una armazón ética. No hablo de la ideología ni del discurso, sino del espinazo que la sustenta, de las nervaduras que la vuelven sensible, de las venas que la irrigan. … El corazón caliente hecho de palabras se libera de las ataduras lógicas, de la cordura racional y elabora su propia dinámica. La obra literaria es la tempestad, la inundación, el terremoto, la borrasca, el vendaval, la sequía, la tormenta…producidos por la aceleración de los latidos en el pecho del escritor, a la imagen de los ritmos diferentes entre las entrañas y la cáscara de nuestra vieja morada terrestre.” (El resaltado es nuestro). Si a todo esto, que es agua pura e irrebatible que traduce el oficio, ¿qué digo oficio? - el grande reto de escribir - en el caso de Carlos Wynter Melo, que asume el desafío en el conjunto de su obra y en Mis mensajes en botellas de champaña en particular, el empeño hasta ahora irrenunciado de ser innovador, de tratar de no repetirse o repetir a otros, debo concluir que el esfuerzo de escribir es doble. Para muestra, un párrafo del cuento Tango, de la obra que ocupa nuestra atención:
“Has planeado morir en un hotel de Buenos Aires. Lo harás bebiendo somníferos en té de Jazmín. Nada más. Té de Jazmín. ¿Qué mejor que eso? ¿Qué mejor que té y pastillas? Dormirte y no espertar. ¿Qué mejor? Te imaginas comprando la bebida en un Café bonaerense, escuchando el bandoneón de Piazzola o los versos de Uno, caminando hacia el hotel que esté más cerca. No le temes a la muerte porque nada podría ser peor que ahora. Nada. No sabes, sin embargo, que una muerte cruza, por lo menos, dos vidas.
….
Comprendes que buscaron la verdad y terminaron arrancándose lo ojos. Lo consuelas por la muerte de su madre; le dices que donde ella esté, lo perdona. Y él se duerme con el cansancio a media cuesta, como si no pudiera más. Tú sacas tu dolor de la mesita de noche y lo devuelves a tu pecho. Te levantas y te acercas a las bebidas que trajeron del Café. Buscas en la bolsa tu vaso de té, lo extraes y lo bebes de un sólo trago. Besas al hombre en la frente y te acuestas a su lado. Sueñas segura de que no despertarás. Poco después, dentro del sueño, consciente en el sueño, se te quitan las ganas de morir.
Los primeros rayos del sol se meten por las grietas de tus párpados. El nuevo día es una luz segadora y nada más. Estás viva. Estás viva y eso te alegra. La pena que te asolaba, no parece tan irremediable como antes: la sacas de tu pecho, la arrugas hasta hacerla una pequeña bola y la lanzas al cesto de la basura. Estás viva y eso te llena de una euforia efervescente… Pero no sabes por qué estás viva.
….
Ya no deseas morir y eso es lo importante. Un ángel te curó. ¿Dónde está tu ángel? ¿Por qué no abrazas a tu ángel? Te apresuras a despertar al hombre, a compartir con él que tu padecimiento liberó su puño y pasó por tu garganta. Comienzas a caminar hacia su lado de la cama, donde las sábanas lo cubren. Dados lo primeros pasos, tropiezas con su ropa hecha montón y te lastimas el pie con algo duro. ¿Qué es?
Hurgas en los bolsillos del saco y encuentras un arma, un revólver negro y frío. Junto a él se arruga una pequeña nota, un diagnóstico firmado por el médico de un hospital estatal; dice que el cáncer se ha esparcido por la cadera. Debajo, manuscritos, aparecen tres deseos: Volver a la Argentina, ver a mi madre y hacer el amor con una mujer hermosa. …”.
Se aprecia en este texto la particularidad de un desligamiento absoluto respecto del ambiente local (la trama no se desarrolla en nuestro país) y ni siquiera con nuestros acentos (ésto se aprecia en los diálogos del relato), lo que agrega un hecho inusitado que refleja la tendencia del autor a buscar caminos innovadores. Por otro lado, este cuento muestra una forma inusual de abordar el tema de la muerte, ya que el autor hace uso de una situación en que los personajes buscan fallecer sin decírselo uno al otro mientras desarrollan una relación romántica, y en que por circunstancias del todo insospechadas se ve truncado tal propósito. La interrelación de los personajes se estrecha dentro de una atmósfera que no se presta para prever el desenlace y obliga a seguir leyendo para conocer el mismo. Se trata de un típico cuento de situación en que todo el conjunto se complota para jugar o ironizar sobre el carácter solemne que suele darse a la muerte en los relatos.
Y qué decir del cuento breve Mis mensajes en botellas de champaña, en que el meollo del mismo se desarrolla casi en un total monólogo contenido en mensajes enviados a través de la web, lo contemporáneo ya no admite cartas con estampillas, y Carlos Wynter Melo lo deja muy claro en el entramado del relato en comento, en el que se denota una intención renovadora del lenguaje artístico, y en que además, para abundar, en lo que relativo a las relaciones amorosas, reta edificios culturales, como igualmente ocurre en el relato El profesor de matemáticas, que le coloca dentro de una joven vanguardia literaria que camina por senderos de transformación y transgresión conceptual y sociocultural.
No es de extrañar, teniendo en cuenta las consideraciones anotadas, que en lo relativo al estilo y métodos del autor, sea palpable en cada cuento una postura crítica que se refleja en los diálogos y reacciones de los personajes, así como en los argumentos que desarrolla, lo cual implica un compromiso ético y estético consigo mismo y sus lectores. A este respecto, cabe citar las palabras de Ramón Díaz Eterovic que en los criterios vertidos en su ensayo titulado Mirar a través de la ventana que aparece también en la obra de Fernando Burgos titulada Los escritores y la creación en Hispanoamérica, al referirse a la sustancia del cuento señala: “El interés también está asociado a las ya clásicas afirmaciones acerca del inicio del cuento, a la economía de recursos, al vuelo de las imágenes y la capacidad de sugerencia, al remache exacto de los finales, a los personajes que intervienen y a la situación que se intenta narrar. En cuanto a los personajes y sus situaciones, me gustan las historias donde ocurren cosas y donde los personajes se ven enfrentados a situaciones límites, de las que salen transformados, para bien o para mal. Personajes enfrentados a situaciones en donde pueden estar en juego a sus valores y destinos. Situaciones esencialmente humanas, reconocibles en cualquier esquina del mundo, creíbles para el lector que deberá sentirse identificado. Hombres y mujeres solos, desengañados, perdedores que resisten en el límite de sus posibilidades, enamorados sin suerte,…, gente que busca un sentido a sus rutinas cotidianas,…”.(El resaltado es nuestro) Y a este respecto, Carlos Wynter Melo navega a sus anchas en la obra Mis mensajes en botellas de champaña, en que sin olvidar la fórmula clásica de relatar con planteamiento, desarrollo y desenlace, aborda sin miramientos temas sociales censurables. En relación con lo indicado, el cuento titulado La cárcel da muestra clara de una narración que critica las condiciones infrahumanas de las cárceles, en una acción que transita entre tres personajes con vidas y motivaciones disímiles. Conviene agregar que en el presente cuento el narrador omnisciente y la primera persona resultan muy escasos, discurriendo la trama, casi en su totalidad, mediante diálogos:
“… - ¿Te acuerdas de Pipe, el recluso de la Central que protagonizó esa fuga tan extraña durante la Pascua?
- Sí – le contesté.
Y es que yo había trabajado en la Cárcel Central como médico hacía más de un año, y me llevé bien con el chico.
- Está muerto – agregó él.
Sentí una punzada en el estómago; yo había hecho hasta lo imposible para evitar ese desenlace. Le quedaba tan poco tiempo para cumplir su condena…
Y entonces fue que dijo aquello de que “Pipe murió acurrucado como un recién nacido”.
Era el año dos mil uno y yo fungía como médico en la Cárcel Central. El trabajo era predecible y escaso. Atendíamos heridas de arma blanca, hematomas, administrábamos paliativos a un puñado de enfermos de SIDA y poco más. La mayor parte del tiempo, me la pasaba charlando con la enfermera, el asistente o los guardias de seguridad. Si una marca indeleble me dejó trabajar en la cárcel, fue la confirmación, de primera mano, de las inequidades del sistema. Una decena de presos llevaban varios años esperando el debido proceso. Y una cantidad mayor pasaba las peores penurias por delitos insignificantes, resultados de la ignorancia y las condiciones difíciles en que vivían más que de verdadera maldad. Todos los reclusos, era obvio, saldrían peor de como entraron.
Ése era el caso de Pipe. El chico había robado unas cuantas chucherías y lo habían recluido por un año. Cuando lo conocí, compartía celda con la peor escoria.
Un día llegó al consultorio con varias heridas de arma blanca. Un guardia, como dictaba el procedimiento, permaneció junto a nosotros durante la curación. El guardia era Rigoberto Rosas, un sádico en todo el sentido de la palabra.
Cuando examiné el área de las heridas, me di cuenta de que no era la primera vez que lo atacaban: la zona parecía una hoja de papel con numerosas partidas de Cruz y cero.
…. Yo tuve que callar mientras me recuperaba de la noticia.
- ¿Lo mataron? – pregunté después de largos segundos.
- Sí. Fue Rigoberto Rosas. Lo conociste también, ¿verdad?
- Así es – los ojos de zarigüeya y la risa ladeada aparecieron en mi mente.
- Pipe intentó fugarse y Rigoberto practicó el tiro al blanco con él.
- Dios mío. Es tan injusto…
- Profundamente injusto. Ningún tribunal juzgará a Rigoberto pero todos sabemos que matar a Pipe era innecesario…..”
(El resaltado es nuestro)
Sin embargo, es digno de relevancia el hecho de que en sus relatos de crítica social este autor no olvida que el texto es sobre todo y ante todo literatura, con lo cual hace merito a las palabras de Charles Baudelaire que en su obra Escritos sobre literatura desdeña a aquellos que al acometer la acción de censura olvidan que en la literatura no puede renunciarse al arte: “Con la condición de moralidad impuesta a las obras de arte sucede lo mismo que con esa condición no menos ridícula que algunos se empeñan en imponerles, el expresar pensamientos o ideas que proceden de un mundo ajeno al arte, ideas científicas, ideas políticas, etc. Tal es el punto de partida de los que razonan mal, o, al menos, de los que sin tener nada poético, se obstinan en razonar con la poesía. La idea, dicen, es lo más importante (cuando deberían decir: la idea y la forma son dos seres en uno);…”
Por otra parte, no podemos dejar al margen de este ensayo el cuento El espiral en la flor en que resulta imposible soltar la trama una vez inicia su lectura hasta que finaliza el relato. Pareciese escrito en un sólo compas, de un sólo tirón, sin embargo, resulta evidente por la calidad de los recursos invertidos, que fue puesto un arduo trabajo en su elaboración. Es encomiable el uso de los tiempos y las situaciones, la maestría con que engarza relaciones emocionales del todo verosímiles y, el uso preciso de las palabra con que describe las consecuencias del rompimiento de una pareja, a este respecto cabe reseñar este memorable párrafo:
“Salían a bailar una vez por semana. Los sábados comían en casa de los padres de Laura y los domingos con los de Vicente. Incluso completaban lo que el otro decía, ¿recuerdas? Parecían telépatas. Por eso hablo de intrusos, intrusos que profanaron un templo sagrado. El juego de comedor, los sillones y sofá, el sofá-cama, las sillas altas del bar, el bar, la estufa, la lavadora, la secadora, el lavaplatos, las reproducciones de Gaugin y Renoir, la cama matrimonial, las mesitas de noche, la peinadora, el espejo de cuerpo completo, los escritorios modulares, los libreros, algunos libros, el equipo de sonido, la televisión plasma, el reproductor de devedes, anaqueles, la mesilla del teléfono y varios electrodomésticos, salieron por la puerta del apartamento como si una tromba de agua los arrastrara. Personas desconocidas comenzaron a pasearse por las habitaciones privadas. El anuncio clasificado fue una ventana para voyeurs. Y a Vicente le incomodó que los miraran tan desnudos. Me dijo que si hubiera sabido lo que le esperaba, no publica el clasificado. Pero ni modo.”
Los siete cuentos que componen Mis mensajes en botellas de champaña y las 20,333 palabras contenidas en el texto bien merecen la enriquecedora aventura de leer el libro con que Carlos Wynter Melo ratifica con sobrada razón lo que expresa Julio Cortázar en Papeles Inesperados: “Si los escritores que se destacan actualmente en nuestros países tienen algo en común, es su voluntad de participar, sea mediante libros que podemos llamar comprometidos, sea mediante una invención creadora o recreadora que parte de lo nuestro para transformarlo o enriquecerlo.” (El resaltado es nuestro)
Por todo lo expuesto, no podemos negar que Carlos Wynter Melo busca con lucidez en las fibras profundas de sus personajes las razones motrices de muchos comportamientos y situaciones que se suceden en la vida cotidiana, y en su caso, la imaginación y multiplicidad de recursos expresivos, aunados a la gran inventiva de que hace gala, le auguran una larga e influyente impronta en el quehacer literario panameño.
ALBERTO O. CABREDO E.
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