Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Javier Galarza nació el 27 de febrero de 1968 en Buenos Aires, República Argentina, ciudad en la que reside. Es Profesor Asociado de la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino. Colaboraciones suyas se han socializado en diversos medios electrónicos y en soporte papel. Administró varios blogs. Además de dictar numerosos cursos en instituciones ha participado en festivales de poesía y ferias del libro. En 2001 apareció su libro “Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades”; en 2014, en co-autoría con Natalia Litvinova, “Cuerpos textualizados” (Correspondencia 2008-2013); en 2017 el volumen de ensayos “La noche sagrada” (Editorial Audisea). Poemarios publicados: “El silencio continente” (2008), “Reversión” (Antología, Tropofonia Editorial, Belo Horizonte, Brasil, 2010), “Refracción” (2012), “Lo atenuado” (2014) y “Chanson Babel” (Editorial Buenos Aires Poetry, 2017).
1
— Bitácora: “Cuaderno
donde se reportan los avances y resultados de un determinado estudio o trabajo”
JG
— Tengo Sol en Piscis, ascendente en Tauro y varios planetas en Acuario.
Marte y Saturno en Aries. Viví toda la vida en zona céntrica, tuve un paso por
el barrio de Colegiales y ahora resido en La Boca, el borde industrial de la
ciudad. Estudié dos años de música en la Escuela “Juan Pedro Esnaola”. Hacia
1999, en un taller de Enrique Symms, se formó la revista “Vestite y Andate”. Leí febrilmente a los existencialistas, sobre
todo a Soren Kierkegaard y a Martin Heidegger. Me psicoanalicé durante décadas
y encontré en el psicoanálisis una herramienta de conocimiento muy interesante.
En un momento necesité unir tres cosas que me apasionaban: la poesía, la
filosofía y el psicoanálisis. Entonces llegué a la Fundación Centro
Psicoanalítico Argentino donde di cursos sobre Friedrich Hölderlin, Rainer
Maria Rilke, Alejandra Pizarnik y varios más. En 2008 edité mi primer libro de
poemas, “El silencio continente”, y lo presenté dentro del Ciclo “Aera” de Alejandro
Drewes. Luego fui parte del primer grupo del Festival “Poesía en la Escuela”, organizado por Marisa Negri. El festival me
permitió conocer a muchos poetas con los que siento una gran afinidad, aun
transitando poéticas diferentes: Silvia Castro, María Julia Magistratti, la
misma Marisa Negri, Valeria Cervero, Alejandra Correa y Leonardo Martínez,
entre otros. En 2012 publiqué “refracción”
a través de añosluz editora. Luego, añosluz junto a otras editoriales
formó La Coop, un
colectivo de editoras con una hermosa librería en Almagro que, en mi opinión,
es un importante acontecimiento literario, porque nos hace preferir una
editorial independiente antes que a un sello grande. En 2010 había viajado a
Belo Horizonte, donde me publicaron una antología, y a Noruega, para trabajar
en una obra que ideamos con un amigo que vive allá. En 2014, junto a la poeta
Natalia Litvinova publicamos en el sello Letra Viva la correspondencia que
mantuvimos entre los años 2008 y 2013. Publiqué dos libros, uno de poemas y
otro de ensayos, en audisea,
una editorial formada por chicos y chicas que transitaron por mi taller y
publicaron a Raúl Zurita y a José Kozer. En la actualidad el existencialismo se
manifiesta como el deseo de sacar a la luz mi trabajo, no puedo especular con
eso, ¿qué es el carpe diem sino vivir afrontando que el mañana es
incierto, que solo existe el momento? Si afronto lo imprevisible de la vida es
absurdo que en una conversación le diga a alguien “el año que viene”. Leo a Chuang Tzu y a Lao Tse, el misticismo es
propio del hombre, pero como dice Heidegger: “Ya no se siente la falta de Dios como una falta”. No me interesa
la ciencia, busco pensamientos más audaces y vivencias más intensas que solo el
arte puede transmitir.
2
— ¿Y algo del orden de tu niñez, de tu familia, de tus modos de
despegar...?
JG — No suelo
hablar mucho de la infancia, no idealizo esa etapa ni creo que haya sido feliz.
Era un chico atemorizado, me daban miedo cosas extrañas, por ejemplo, las
palabras que no entendía. Recuerdo mi terror cuando escuché la palabra “bujía”,
por dar un ejemplo. Tenía crisis de nervios ante ruidos fuertes como los
truenos o los aviones o cuando veía a una persona con discapacidad. Mi madre
tomaba apuntes de todo lo que leía y a mí me fascinaban esas notas, esa
caligrafía, las lapiceras a pluma Parker, los cuadernos. Entonces comencé a
escribir. Mi padre tenía una imprenta y tardé veinte años en entender que su
oficio estaba relacionado con el mío. Cuando cumplí dieciocho me regaló “Cartas
a un joven poeta” de Rilke.
Él no había leído a Rilke; de alguna manera me estaba diciendo que el joven
poeta era yo, y aun no imaginaba la importancia que tendría Rilke en mis
trabajos, en mis cursos y ensayos. Tengo dos hermanos varones y una hermana que
tiene mellizos. Yo soy el mayor y creo que los hermanos mayores nos reconocemos
unos a otros.
3
— Has estudiado periodismo con una
leyenda, aquel que dirigiera la revista “Cerdos y Peces”. Y la revista que
co-dirigiste, entre 1997 y 2000, con Fernanda Simonetti, “Vestite y Andate”, no
se ha quedado atrás en cuanto a proponerse de una cierta manera provocadora
desde el título.
JG — Sí, es cierto. Enrique es una leyenda y yo lo
tomé como tal. Él puede desarticular cualquier discurso. Yo lo comparo con los
sabios taoístas, para mí es un Chuang Tzu de bares. Enrique, hasta donde yo sé,
no tiene propiedades, ni dinero ni libros ni posesiones, ni siquiera sé si
tiene amigos duraderos. Un maestro debe provocar y sería un error tomarlo al
pie de la letra. Yo siempre tomé sus “enseñanzas” como provocaciones. Si vos
ibas a un recital él te preguntaba si te gustaba ver un tipo arriba del
escenario mientras vos estaba abajo. “¿Y
encima pagaste?” te preguntaba, y se reía. No hay argumento válido contra
esas rupturas del discurso imperante. Así eran sus monólogos, improvisaciones
fulgurantes que no podían ser repetidas ni conceptualizadas ni representadas.
Una vez me acerqué a él, tenía la mirada perdida hacia el Parque Lezama. En su
mente estaba escribiendo un poema y me lo recitó, como se lo podría haber
recitado a cualquiera. Era algo maravilloso. Pero yo, que memorizo poemas
enteros de San Juan de la Cruz, no podría repetir una sola palabra. Allí va él,
escapando de la cárcel del concepto.
Vera Land, la jefa de redacción de “Cerdos
y Peces”, también es una leyenda y, aún con todo su vuelo, fue el cable a
tierra para que esa revista fuera posible. La recuerdo tan dulce como sacada,
siempre estaba linda, nos enseñaba los aspectos técnicos del periodismo y sus
ojos tenían un brillo que seducía y asustaba. Como las personas que descubren
la verdad del mundo, están allí para darte indicios, pero a la vez te dicen “yo no te voy a mostrar nada, construí tu
maldito sentido”.
Y también quiero nombrar a alguien muy
diferente pero que considero un maestro: César Aira. Me bastó asistir a las
cuatro charlas que dio en el Centro Cultural Rojas sobre Alejandra Pizarnik
para entender cómo se podía pensar la literatura: relacionando, derivándose,
desarmándola como un artefacto y atacando todos los presupuestos. Sus análisis
literarios me recuerdan a Maurice Blanchot, otro de mis favoritos, pero con esa
dosis de ironía tan propia de Aira, que también tiene algo de maestro oriental.
Con respecto a la “Vestite y Andate”,
yo la veo como una experiencia artística. Cuando se unió mi amigo, el
diagramador Gastón Pérsico junto a su pareja, la talentosa Cecilia Szalkowicz,
el proyecto tomó una nueva forma. Cuando llegaban las notas, Gastón y Cecilia
las repartían entre diversos diagramadores. El resultado era sorprendente.
Entonces, el formato periodístico que le imprimía Fernanda Simonetti o el giro
más literario que le hubiera dado yo, se transformaba en ese conglomerado de
cosas que fue la revista. Juan Pablo Liefeld aportaba una mirada política que a
la larga hubiera podido desarrollarse mucho más, Juan Manuel De Cillis acercaba
su versión sobre las raves o sobre los hechos hacia donde
la vida lo llevaba y Analía Romeo traía siempre notas bien hechas, que tenían
un estilo propio. Hicimos doce números.
Participamos en dos exposiciones en el Centro Cultural Recoleta y ganamos un
premio a mejor revista alternativa en un evento. Con tensiones internas, por
supuesto, pero también con la alegría de haber vivido esa época y terminar
antes de la debacle económica del 2001 y de la hegemonía de la web. Recuerdo el
bar “El Mirador”: Tom Lupo hacía el Cabaret Poético y en el sótano estaba la
redacción de “Cerdos y Peces”. Con los chicos de “la Vestite” armábamos la
grilla o la cuadrícula de cada número en las mesas de ese bar frente al Parque
Lezama. Después empezaron las ferias de revistas, y en la Casa de la Poesía “Evaristo
Carriego” conocí a Santiago Vega (ahora ya muy conocido como Washington Cucurto),
a Fabián Casas, a Griselda García y a Daniel García Helder. Mucha gente
circulaba por allí o por “Belleza y Felicidad” y el pop hotel “Boquitas
Pintadas”.
4 —
Noruega. No serán muchos los poetas argentinos que hayan visitado ese país. ¿En
qué obra trabajaste con el amigo tuyo que vive allá? Y, de paso: ¿qué otros
países europeos conociste (en el mismo viaje o en otros)?
JG — Solo conocí Noruega. Con mi amigo Luis Della
Mea ideamos una obra que se llamó “Cuerpos Posibles”: reunía danza, música y
literatura, la armamos aquí y viajamos subsidiados por Noruega, no sé
concretamente por qué entidad, pero mi amigo obtuvo varias becas allí. Yo
todavía vivía en el barrio de Colegiales y teníamos largas charlas Trondheim –
Colegiales. Empezamos a trabajar con las diferencias aparentes entre Argentina
y Noruega. Caos y orden, por ejemplo, para luego, en los ensayos, junto a dos
bailarinas de allá armar la obra y presentarla en los dos países. El primer día
paseamos por la peatonal. En un momento me aparté del contingente, caminé hacia
una iglesia y había un coro cantando. Sentí que el peso de los siglos caía
sobre mí. De pronto entendí los milenios de la historia europea. Recuerdo a una
mujer policía pintándose los labios en medio de la calle. Yo abría la ventana
de mi cuarto de hotel para dejar entrar a la nieve. La inmensa catedral gótica
donde había un teclado de Richard Wagner y detrás el museo de los vikingos. Es
un pueblo que desconoce la ironía, les resulta natural caminar kilómetros en la
nieve para llegar a sus casas. Son gente bella, si vos mirás a una chica,
sonríe. En un café yo dejé mi mochila lejos y en un acto reflejo quise ir a
buscarla y mi amigo me dijo: “Estás en
Noruega, a nadie le importa tu mochila”. En la catedral gótica vimos un
concierto de Felix Mendelssohn y yo no podía parar de llorar. A las cinco de la
tarde era de noche. Nunca quise usar guantes ni gorro porque necesitaba vivir
ese frío del aire cercano al mar y de la nieve cubriendo las bicicletas en la
calle. La obra “Cuerpos Posibles” unía danza, teatro, poemas y música, todo
autogenerado por el grupo. Mis poemas se proyectaban en una pantalla o eran
recitados por una de las chicas noruegas que desconocía el idioma y entonces en
vez de decir “ventana empañada” decía
“ventana empanada”. Yo tenía una
silla desde donde miraba todo y hacia el final agarraba la guitarra y cantaba
la canción “Heaven” de Talking Heads (“El
cielo es un lugar donde nunca pasa nada”). Hicimos cinco funciones en
Buenos Aires y cuatro en Trondheim. Éramos como un “Big Brother” cósmico porque
convivíamos dos bailarinas y una vestuarista de Noruega, una bailarina
argentina, dos músicos y un escritor (que era yo). Cuando nos despedimos,
lloramos; entendí el sentido de la distancia entre dos países, pero también el
dolor de esas alegrías que nos son dadas y tienen un plazo, no solo porque se
terminan en el tiempo, sino porque después de cada experiencia no volvemos a
ser los mismos.
5 — ¿Cuáles
fueron las circunstancias, las condiciones que se generaron como para que
Natalia Litvinova y vos concibieran, desarrollaran, sostuvieran durante seis
años el epistolario?
JG — Cuando Natalia llegó a mi taller en
Colegiales, era una joven bielorrusa que vivía en Vicente López, muy tímida y
sensible; tenía un blog pero no había pensado en publicar. En ese taller
también estaba Leli Busquet, que hoy integra Audisea Editora. El primer día,
Nati llegó unos minutos antes, como era su costumbre. Le mostré un poema de
Adrienne Rich, le dije que me interesaba la literatura rusa y le conté que la
poesía de Ósip Mandelshtam estaba siendo revalorizada a través de Paul Celan.
Le pedí que nunca se apartara del arte. Me respondió que nunca podría hacerlo.
Así comenzó la comunicación, mediante correos o mensajes de texto. Durante las
clases yo leía a Yves Bonnefoy y ella lloraba en silencio. No quería llamar la
atención pero sus buenos modales, su extranjería y su pelo larguísimo producían
el efecto contrario. Durante el 2008 surgieron muchos de los poemas que fueron
a parar a su primer libro, “Esteparia” (hoy reeditado en varios lugares,
incluso en España y en Colombia). Cuando presenté “El silencio continente” leyeron Natalia y Paula Gordillo. En el
taller, Paula decía bromeando que eran la criollita y la princesa rusa. La
comunicación a través del correo electrónico es la forma que asume hoy en día
la correspondencia y eso creció durante años. En esas líneas que nos
escribíamos había sueños, mucha literatura y nos contábamos cosas que tal vez
nunca habíamos hablado con nadie. Yo me responsabilicé, es decir, intenté
acompañarla en su crecimiento, todavía hoy cuando tiene algún problema me
preocupo. Años después dimos un curso virtual y el escritor y editor Nicolás
Cerutti, de “Letra Viva”, nos propuso que editáramos un libro juntos para una
colección que dirige. Con Natalia coincidimos en que tenía que ser un libro
dialogado. Esto nos llevó a compilar nuestras cartas. A nosotros nos gusta
mucho el epistolario entre Rilke, Marina Tsvetáieva y Borís Pasternak, por
ejemplo. Editamos nuestras cartas para la publicación, pero eso es lo que nos
escribíamos. Y la idea de un epistolario nos pareció buena. Nos seguimos
escribiendo durante casi dos años más luego de la edición del libro. Después dejamos de hacerlo,
seguramente se cumplió una etapa. Pero
para mí la pregunta es si las cartas son parte de la obra de un escritor. Mucho
de lo mejor de Franz Kafka o de Rilke está en las cartas. En una conversación
coloquial uno pregunta “¿Cómo estás?”
o “¿Qué andás haciendo?”. Pero una
carta es un grado más alto de la comunicación, una confesión, un testimonio.
6 — ¿Y “Reversión”?... ¿Es una antología
personal? ¿La edición es bilingüe?
JG — La edición de Tropofonia tiene de un lado a la
poeta brasileña Tania Alice, y revirtiendo el libro está mi antología. Es
decir, la parte del libro que corresponde a Tania está en portugués y mis
textos en castellano. Pero tuve la fortuna de que el poeta Leonardo de
Magalhaens tradujera mis poemas al portugués, y en una lectura en el Palacio de
las Artes de Belo Horizonte, Wilmar Silva los leyó conmigo y dijo que parecían
escritos en ese idioma. Para la antología elegí algunos poemas de “El silencio continente”, con otros del libro que estaba en
camino, que era “refracción”, junto a
algún otro poema que ha quedado allí.
7 — Más o
menos deduje que “Diario de abstinencia”
llegó a ser el título de un libro anunciado en algún Sitio de la Red pero que
no llegó a publicarse.
JG — No es un libro aún, quedó como un proyecto
pendiente. Nació de una nota que hice para la revista. Creo que la anécdota
detrás de ese proyecto, que algún día retomaré, vale la pena. Mi psiquiatra
había fallecido y yo seguí tomando altas dosis de ansiolíticos. Al tiempo tuve
varias crisis de asma y llegué tres veces a la guardia, casi sin respirar,
arrastrado por mis padres. La tercera vez quedé internado, me suspendieron los
ansiolíticos de golpe e inyectaron fuertes dosis de corticoides. Salí del
hospital pesando varios kilos menos y comenzó la primavera, sufría la
abstinencia de ansiolíticos junto al temor que da la imposibilidad de respirar.
Mis percepciones quedaron distorsionadas y me advertía vulnerable. A la vez
estaba sintiendo que vivía en lo real. Una madrugada caminé hasta una guardia
psicoanalítica y la analista que me atendió me dijo: “Salga de ahí, en lo real no se puede estar, por eso Lacan habló
también de lo imaginario y lo simbólico”.
8
— ¿Y algún apunte sobre otros libros tuyos publicados?
JG — “Pequeña guía para sobrevivir en las ciudades” es una serie de viñetas o de postales urbanas
escritas para un proyecto que luego se cayó. Cuando dejamos de hacer la revista
“Vestite y Andate”, el
diagramador Gastón Pérsico y yo tomamos ese material y le dimos forma y luego
lo editamos en la imprenta de mi padre. Ese libro fue el paso intermedio entre
la particular interpretación del periodismo que hacía “Vestite y Andate” y
la poesía que uno quisiera dejar como obra.
“El
silencio continente” (“Breviario de texturas neogóticas y neo románticas”)
trasluce mi gusto por el género gótico, pero también hay poemas que considero
modernos. Mucho trabajo sobre el psicoanálisis. Una parte del libro agota el
tema de la disolución. Y en el medio del libro irrumpe el poema “Variaciones
sobre el olvido y el perdón”, dedicado a la poeta Silvia Camerotto. Ese poema
sincroniza de manera onírica pero despojada la pérdida de un cuerpo amado con
los cuerpos desaparecidos de este país. La pregunta que subyace en todo el
libro es ¿dónde van los cuerpos del amor?
En “refracción” intento buscar un lenguaje corporal y salir del
Romanticismo. Juego con los refranes y procuro reformularlos, los invierto; la
intertextualidad me hace tomar un dicho histórico o psicoanalítico, alguna cita
de Freud y ponerlo a jugar en el poema. A la vez, en ese libro me sentí
influenciado por la poética de Henri Meschonnic: por lo que interpreté de su
idea del ritmo.
“Lo
atenuado” reúne poemas de diferentes épocas. El título se refiere a ese
momento en que uno colecta todo lo que ha sembrado en la juventud, y en esa
desesperación atenuada viene el tiempo de la cosecha. En una parte del libro
que se llama “Tu idioma”, busco caminos para llegar a otra persona, partiendo
del presupuesto de que siempre hablamos idiomas diferentes. Yo creo que es un
poemario logrado, aclarando que creo más en los caminos que en las obras.
En “La noche sagrada” compilo algunas de las notas y los ensayos
escritos durante varios años. Tomo a Hölderlin, a Rilke, a Paul Celan y a Kafka
junto a los personajes de su generación, como Sigmund Freud o Ingeborg
Bachmann. Considero que son microensayos; interviene lo
narrativo, la escritura fragmentaria, modos laterales de acercarse a autores
tan ricos y complejos.
“Chanson
Babel”, al revés que “refracción”
busca extender el campo del poema, va a las etimologías y juega a perder el
hilo para después volver. El yo está puesto en cuestión todo el tiempo, es un
libro que se pregunta quién habla o quién escribe pero no intenta responder
esas preguntas. Incluye los estados de despersonalización y las crisis de
extrañeza como temáticas, la memoria y la ceguera.
9 — Contemos que efectuaste la
co-coordinación de tres Ciclos en La Casa de la Lectura.
JG — Sí, dos en 2009 y 2010, junto a Lilián Cámera:
“Los poetas y los mitos” y “Los poetas y el objeto fetiche”. Y en 2010, junto a
Lilián y Leonor Silvestri, hicimos una lectura que Leonor llamó “Desmesura”.
Ella tiene un pensamiento en movimiento que no deja de inquietar y yo necesito
de esa inteligencia que rompe todos los moldes. En eso, no sé si a ella le
gustaría, pero se parece a Enrique Symms. Toda la vida está repensada y todas las
suposiciones puestas en cuestión. En esos ciclos participaron como invitados
Silvia Camerotto, Alejandro Méndez, Griselda García y Miriam Bercovich. El
objetivo era analizar la obra de los poetas ante diferentes temáticas, que se
conversara y se debatiera. La propuesta base del ciclo no deja de ser un lugar
vacante, porque a mí no me convence que un poeta saque su hojita, lea y se
vaya; hay que producir reflexión, comunicación, diálogo, fricciones.
10
— Caen (retornan) sobre vos un par de interrogantes, títulos a su vez de cursos
que has dictado: “¿Y para qué poetas?”, “¿Qué significa escribir?”
JG — Hay un verso de Hölderlin que dice: “¿Y para qué poetas en tiempo de indigencia?
Pues ellos son como los sagrados sacerdotes del dios del vino que peregrinaban
de una tierra a otra en la noche sagrada”. De este verso, perteneciente a
la elegía “Pan y vino”, vienen tanto el nombre del curso como el de mi libro de
ensayos: “La noche sagrada”. A la vez,
en una célebre conferencia, Heidegger se pregunta “qué significa pensar”. Bueno, preguntarse sobre los poetas y la
poesía nos permite hallar respuestas momentáneas, verdades como tiendas de
campaña que luego deben hacer lugar a otra cosa. Esto debe ser una búsqueda,
porque si nos transformamos en un aforismo quedamos congelados, y el
pensamiento y el fluir de la escritura se cancelan. Permanezco en esta búsqueda
pero solo para aumentar la dimensión de las preguntas.
11 —
Recuerdo dos revistas en las que colaboraste: “La Maldita” y “Quesquesé”
(presentada esta última en el Ciclo de Poesía y Prosa Breve “Nicolás Olivari”
que yo co-coordinaba con Cristian De Nápoli).
JG — Si, en la época de la “Vestite y Andate” existían muchas revistas alternativas. Con
“Quesquesé” hicimos un intercambio de notas. Verónica Pérez Arango, que
integraba la “Quesquesé”, organiza ciclos de lectura y publica sus textos, la
veo activa. En cambio, no se casi nada de los chicos que integraban “La Maldita”.
Con Cristian De Nápoli compartimos hotel y lecturas en un breve viaje a Belo
Horizonte organizado por Wilmar Silva y Tropofonia Editorial. La época de las
revistas ha dejado su marca. De todas formas, y pese al humor corrosivo de
“Vestite y Andate”, yo ya estaba leyendo a Hölderlin y a Rilke, me sentía mucho
más cerca de los poetas malditos, existencialistas o videntes que de la poesía
que circulaba en los años noventa a través del objetivismo y sus derivados.
12 —
Natalia y vos, conjuntamente, han dictado cursos.
JG — Si, aún lo hacemos, tenemos un taller presencial
en mi casa y realizamos clínica de obra en formato virtual. Después de algunos
años sin trabajar en la Fundación Centro Psicoanalítico Argentino, preparé
junto a Natalia un curso sobre Paul Celan y la poesía rusa. Quería hablar del
acmeísmo, en mi opinión uno de los movimientos poéticos más importantes que
haya surgido. Fijate que aquí, cuando se piensa en “depurar” los “excesos”
retóricos o sentimentales se apela al objetivismo. Hasta en eso somos norteamericanistas.
Pero si leés los manifiestos de Mandelstam, la apuesta es volver a la
sencillez y a lo clásico, a la precisión de la palabra. Junto a Natalia cotejamos
versiones de poemas, advertimos que al poema “El siglo” de Mandelstam le faltan algunos versos en casi todas las
traducciones. Analicé cómo tradujo Paul Celan a Mandelstam y a Serguéi Esenin
al alemán. De mi taller han salido muchos libros y con Natalia hemos trabajado
en otros tantos, con prólogo incluido. Trabajamos también con gente de España y
por segundo año consecutivo somos parte del jurado en el concurso “La Isla de
Aklan”, del que nuestra clínica de obra es uno de los auspiciantes.
13 — Es al
músico aficionado que tengo entendido que sos a quien le pregunto: ¿por qué
tipo de música tenés mayor afición? ¿Por qué compositores e intérpretes? ¿Has
hecho música en espacios públicos?
JG — Me gusta el dream pop y el dream
folk, por dar un ejemplo; como verás, está la palabra dream
por delante. Las canciones tristes y sutiles me animan a escribir, trasmiten
una emoción casi sinestésica, que uno a veces puede decodificar y pasar a
palabras. Me gustan Neil Young y Cocteau Twins y los buenos songwriters.
En las variantes del folk hay muchos, desde Damien Rice hasta Marissa Nadler.
Una vez Cristina Piña me dijo que creía que la antorcha de los poetas malditos
estaba pasando al rock, y algo de eso hay. Syd Barrett fue mi primera conexión
con los poetas malditos.
Y sí, he tocado en espacios públicos,
tengo bandas desde la adolescencia e interpretar un solo de guitarra es una
actividad que me relaja más que el yoga. La vida del músico es diferente a la
del escritor. Los escenarios te llenan de adrenalina. La escritura requiere
soledad; aun así la inspiración te puede sorprender en cualquier lado; he
escrito en salas de espera de hospital, por ejemplo.
Rilke decía que si Georg Trakl
hubiera pintado no se hubiera suicidado. El poeta al utilizar el lenguaje, al
expandir los límites del mundo, corre otros riesgos. Creo que cada artista
tiene más de una disciplina que lo acompaña. Para Pizarnik o Miguel Ángel
Bustos fue la pintura. Para Mandelstam o Paul Verlaine es la música.
14 — Tu “La noche sagrada” (título también de
una novela del destacado marroquí Tahar Ben Jelloun) fue publicitada
editorialmente como “una reunión cumbre”
(Edmond Jabés, Marina Tsvetáyeva, Ósip Mandelshtam, entre otros). ¿Qué otras
reuniones cumbres nos propondrías?...
JG — “Reunión cumbre” es el título del prólogo del
libro, hecho por María Malusardi, una gran amiga. Me interesa mucho el
encuentro entre los poetas Miguel Ángel Bustos y Jacobo Fijman en el Hospital
Borda. El encuentro entre Pizarnik y Bustos. Entre Pizarnik y Susana Thénon.
Entre Freud e Hilda Doolittle. Alguna reunión en la casa de Oliverio Girondo
donde estuvieran Olga Orozco, Pizarnik, Juan-Jacobo Bajarlía, Edgar Bayley y
Norah Lange. Una reunión de redacción de los integrantes de la revista “Poesía
Buenos Aires”. Uno tiende a idealizar esos encuentros, creo que entre Proust y James
Joyce no hubo más que un “hola”. Para ser sincero, se trata casi de una
cuestión de religiosidad. Me gustaría decir: “En este lugar se encontraron Bustos y Fijman” y armar un altar
allí. Me fascinan los mitos urbanos, las pintadas de los compañeros de algún
pibe que mató la policía o los retablos que la gente levanta en homenaje a
personas fallecidas. Que conviertan en una santa a una chica de las bailantas.
Son pequeños restos de religiosidad ardiendo como fuegos, alumbran y dan calor
a esta noche en la que estamos.
15
— Acabo de releer, Javier, del Nº 8 de “Vestite y Andate”, un interesante
artículo tuyo sobre Sylvia Plath: “Vestida para la ceremonia”. Ya a más de tres
lustros de aquello, ¿qué tanto ha seguido atrayéndote su vida y su escritura?
JG — Me sigue atrayendo esa estructura de tragedia
griega que tiene su vida: de la estudiante brillante al electroshock, de la
tapa de “Madeimoselle” a meter la cabeza adentro del horno. Y en medio de todo
esto, como Casandra, esa videncia que es la poesía. Estaba casada con otro
genio, Ted Hughes, pero en el momento de la separación ella parece decir “yo voy a ser más grande que vos, yo voy a
ser un mito”. Quizás sean la pareja perfecta. Desataron fuerzas tan
inmensas que los sobrepasaron y les iban a costar la vida. Jugaban a la Guija,
leían “La diosa blanca” de Robert
Graves, sabían de astrología. ¿Cómo no amar a Sylvia Plath o a Anne Sexton? Redacté
esa nota en sintonía con algunas circunstancias que describo en “Diario de abstinencia”. Y cuando escribí
sobre Anne Sexton también utilicé material autobiográfico. ¿Será el confesionalismo?
Creo que los chicos que hoy se deslumbran con Sharon Olds tendrían que releer
todo lo que escribieron Sylvia Plath, Anne Sexton y Adrienne Rich.
16 — ¿Qué destreza,
te parece, es necesaria para deslindar el esto
y el eso cuando es aquello lo que deseamos?
JG — Entender
que el deseo existe a condición de no ser satisfecho. Como la escritura, es un
juego de tensiones y distensiones que nos agota y silencia pero siempre puede
resurgir. No dejar de buscar aquello, aun sabiendo que habrá
desvíos y es probable que nos extraviemos en el camino. Pero en esos desvíos
acecha la vida. En palabras de Samuel Beckett: “Fracasá más, fracasá mejor”.
17 — ¿Zumbido, gorjeo, maullido,
gorgorito o aullido?
JG — Aullido,
aún antes de leer a Allen Ginsberg. Ladridos a la luna, la película “The Wall”,
el libro “El grito primal” de Arthur
Janov o una suelta de lobos hacia las cúspides gélidas de las tierras sin
perdón. Es la furia pero también el andar enfermo de algún animal. El brujo Don
Juan le dice a Carlos Castaneda que la muerte nunca se detiene. Como escribió
Jorge Leonidas Escudero: “Es un perro en
la noche, desde lejos, / que me dice / lo que no acaba nunca de ladrar”.
18 — De los siguientes satélites,
¿cuáles orbitan más cerca de tu planeta?: Roberto Juarroz: “La poesía es la sinceridad con que habla
en nosotros lo que no conocemos. Única vía veraz de aquello que cimenta nuestra
ignorancia.” René Char: “El poeta no
tiene sino satisfacciones adoptivas.” Eleonora D’Alvia
y Juan Eugenio Rodríguez: “La poesía
sería el lugar reservado a lo imposible. La poesía es un decir de lo imposible
de ser dicho. El poeta mediante su acto da cuenta de que fue causado. Se vale
de su falta.” H. Bloom: “La poesía es
la angustia de la influencia, el malentendido, la perversidad disciplinada. La
poesía es incomprensión, tergiversación, desacuerdo. Es el romance familiar. Es
el encantamiento del incesto, disciplinado por la resistencia a ese encantamiento.”
JG — Creo que esos cuatro satélites
merodean de alguna forma mi planeta, pero esta noche estos dos cometas se
acercan y fulguran: “La poesía es no
tener algo que decir y decirlo; nada poseemos” de John Cage. Y “El poeta es un dios, o el joven poeta es undios. El poeta viejo es un vagabundo” de Wallace Stevens.
*
Javier Galarza selecciona poemas de su autoría para acompañar esta
entrevista:
FRAGMENTOS DE UN POEMA IMPOSIBLE
Para Alberto Galarza, en memoria
los ojos encendidos de una orfandad que hoy es
la mía
padre estás volviendo a casa
padre estoy volviendo
padre qué nos has traído
de niño me asustaba pensarte solo y perdido
hoy que yo estoy
solo y perdido
quién soy padre rilkean heart san francisco
asís mismo tu hijo de corazón salvaje
debo nombrarte para aprender a perderte
debo nombrarte para aprender a ganarte
sigo buscando mis límites
qué nos cansamos de no decirnos
qué nos cansamos de no hablar
carga en tus brazos al niño que fui
yo sostengo ese cuerpo cansado
desde el hombre que hoy no está
cargo en mis brazos al niño que fuiste
en quién hablo cuando callas
padre color de ojos indescifrable
(de “El
silencio continente”)
*
arder (II)
ardo
padre no ves
que ardo?
ves—
la ves a ella
no la ves
estoy
prendido fuego
encendido
recaliente
como si dijera
como si
intentara como
si pudiera
preguntar/le:
cómo tocarte
con manos
de este mundo
* Freud analiza un sueño donde un hombre, velando el cadáver de su
hijo, sueña que el cuerpo se incendia con las velas y el chico se le presenta
preguntándole: padre, no ves que ardo?
(de
“refracción”)
*
leyenda li po
intenta asir el reflejo
de la luna en el agua:
morirá ahogado.
cosas que ocurren
cuando no hay lugar
para la metáfora.
(por qué Eco favorece
al enamorado de sí mismo?)
*Leyendas
diferentes de dos muertes: las del poeta li po y la de narciso
(de
“refracción”)
*
LA HENDIDURA
Algo en la alternancia
entre los colores de la tinta
y la hendidura certera
de la pluma sobre el papel,
lo blanco. Sea la pluma,
el canto o la voz, como el eco
que vuelve con el viento,
y sea esta luz también
que alumbra las aperturas
del mundo, aún en la noche,
el estilo o estilete que rasga
el
blanco de la hoja.
(de “Lo
atenuado”)
*
DESTIEMPOS
Llego pronto a tu antes,
palpo los nunca de tu respiración agitada.
Cuando callás, algo silencia más allá de vos,
y cuando cerramos los ojos,
todo duerme en algún lugar.
Esto está hecho de gestos desesperados,
de destiempos, no tiene sujeción:
donde vos calculás, yo me deshago,
donde vos te mostrás, yo me desarmo.
Sos la regla que confirma la excepción,
lo espectral. Vivo en un no instante,
entre el ya no de tu partida y el aún no
de
quien serás.
(de “Lo atenuado”)
*
SILESIUS
No
indagues la naturaleza del vínculo
que
como la rosa de Silesius
florece
sin porqué,
una
pregunta puede permanecer abierta
para
evitar la clausura del sentido,
el
misterio entonces
aguarda
en los signos,
está en
‘lo abierto’,
en el
campo de ‘la percepción pura’
(8ª
Elegía de Rilke),
‘florece
porque florece’,
toca la
penumbra del Medioevo
y las
visiones de las místicas.
El
sentido: eso ‘tapona’, dijo Lacan
pero
quien pierde su verdad
aún
conserva la chance de hallar algo.
El
perfume se creó para tapar
el olor
de los cadáveres,
la
palabra ‘humo’ está contenida
en su
etimología (del latín per, ‘por’
y
‘fumare’, ‘a través del humo’),
lo
cinerario es la base de lo que huele bien.
Escribe
Silesius que la rosa
no es
consciente de su belleza
ni se pregunta
si alguien la mira.
Y todo
un caudal de mundo
se
despliega allí
sin
explicaciones.
(de
“Chanson Babel”)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Javier Galarza y Rolando Revagliatti, junio
2017.
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